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Así fue la vida del pollo que compramos en el supermercado

Los huevos comienzan a eclosionar en la incubadora industrial. El primer pollito comienza a piar, luego otro y otro más. Pronto, la totalidad de la nave es inundada con el desesperado piar de miles de pollitos llamando a sus madres.

14 junio, 2016

Los huevos comienzan a eclosionar en la incubadora industrial. El primer pollito comienza a piar, luego otro y otro más. Pronto, la totalidad de la nave es inundada con el desesperado piar de miles de pollitos llamando a sus madres.

Las llamadas nunca serán escuchadas: los indefensos recién nacidos están en manos de la industria de la carne.

Los trabajadores separan a los pollitos que han nacido con menos peso o con algún problema de salud. A estos animales no válidos para los estándares de la industria cárnica los arrojan a bolsas de basura o cubos. Muchos mueren asfixiados. Los supervivientes son arrojados a contenedores junto a las cáscaras de los huevos. Allí son aplastados con mazas para compactar y hacer más hueco.

De vuelta en la incubadora, los pollitos sanos avanzan de un sitio a otro por medio de cintas transportadoras. Los trabajadores los manipulan violentamente. Observando la escena, parece increíble que estas frágiles criaturas recién nacidas puedan sobrevivir. Pero lo hacen, aunque, viendo lo que les espera, tal vez lo mejor para ellos sería acabar aquí y ahora.

Los pollitos son vacunados uno a uno bruscamente. Las vacunas que les suministran están destinadas a combatir las enfermedades típicas en las granjas de engorde a las que irán destinados. Estas enfermedades están asociadas a dos factores: por un lado, la vida en las insalubres condiciones de hacinamiento; por otro, factores genéticos propios de su raza, «broiler».

El pollo broiler ha sido seleccionado artificialmente por el ser humano. Mediante décadas de hibridación la industria cárnica ha conseguido que los pollos broiler crezcan cada vez más rápido. Si un bebé humano creciese al mismo ritmo que crecen los broiler en dos meses pesaría 300 kg.

Este antinatural ritmo de crecimiento se cobra su precio en la salud de estos animales. Sus patas no pueden soportar el peso de su desmesurada masa muscular. Pasan el tiempo tumbados, sin moverse, respirando el metano de sus propios excrementos. La carne que luego vemos en las bandejas del supermercado proviene de estas aves maltratadas.

Alrededor del día 40 de vida los camiones llegan a la granja industrial. Los pollos van a hacer su primer y último viaje: el viaje al matadero. Son cargados en los camiones violentamente. Los trabajadores han de trabajar lo más rápido posible y quiebran patas y alas. No importa: lo que ha de llegar intacto es la carne.

En el matadero los pollos serán colgados cabeza abajo. Las cintas transportadoras les harán pasar por agua electrificada. El objetivo es dejarlos inconscientes antes de ser degollados, pero muchos recuperan la consciencia o no han sido convenientemente aturdidos y sienten la cuchilla desgarrando su cuello.

Es el fin. Lo que viene después ya lo sabes: bandejas de carne en el supermercado, pollos enteros girando en el asador… Es la parte que la industria cárnica sí nos deja ver.

Si quieres ayudar a acabar con el maltrato de estas aves, por favor considera sustituir la carne de pollo por alternativas vegetales. Tienes toda la información y recetas que necesitas en las fantásticas websites Gastronomía Vegana y Danza de Fogones.



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